Te imagino ahí, Amor, en un atardecer brumoso bajo el árbol, sentado y
pensativo junto al mar, y pienso que es tiempo de que recibas una
nueva entrega de mi alfabeto del amor, aún inconcluso aunque tanto
tiempo empezado.
Y seguiré, como corresponde, con la
letra R, empezando con la de Razón, porque tú eres la mía, la de
vivir, la de seguir aguantando, la de no rendirme y de la tantas y
tantas cosas más; y seguiré con:
Con R de Regalo, porque tú eres el que
Él creó para mí.
Con R de Rutina, de la que no existe
entre tú y yo porque, entre nosotros, cada día, cada instante o cada
beso sigue siendo tan único como el primero.
Con R de Rey, de ti, porque eres el mío
y yo tu reina.
Con R de Remanso, del que tú eres para
mí cuando mis “aguas” están turbias o agitadas y me calmas con
tan sólo unas caricias o palabras.
Con R de Rendida, de como caigo en ti
tantas y tantas veces hasta que, con tu amor, consigues levantarme y
darme esas fuerzas que creía que no existían.
Con R de Radical, de lo que soy contigo
a la hora de quererte, fuerte, firme y sin medias tintas.
Con R de Recibir, porque no hago otra
cosa desde que estamos juntos, de tanto que me das.
Con R de Racimo, del que, cual de si
una uva se tratase, vamos tú y yo construyendo día a día con
granitos de momentos nuestros.
Con R de Refugio, del que tú eres para
mis miedos.
Con R de Regla, de esa no escrita que
dice que tú y yo somos uno y para siempre y que cumplimos tan
gustosamente.
Y, para terminar, con R de Roca, porque
tú eres de las de tiempos indefinidos, de las de confiar en ti para
siempre porque jamás serás arena.
La próxima vez, mi vida, te escribiré
de la letra S.