15 de agosto de 2010

EL GRAN VALOR DE LAS PERLAS

Desde tiempos antiguos, la gente ha otorgado gran valor a las perlas como objetos ornamentales. Según cierta obra, el escritor romano Plinio el Viejo consideraba que las perlas ocupaban el “lugar principal y más elevado de todas las cosas preciosas”.

A diferencia del oro, la plata y muchas gemas, las perlas se obtienen de seres vivos. Es bien conocido que ciertos tipos de ostras convierten materias irritantes como diminutos fragmentos de piedra, por ejemplo, en relucientes perlas envolviéndolas en capas sucesivas de una sustancia llamada nácar.

En la antigüedad, las mejores perlas provenían principalmente del mar Rojo, el golfo Pérsico y el océano Índico, lugares distantes de la tierra de Israel. Sin duda, esa es la razón por la que Jesús se refirió a “un comerciante viajero que buscaba perlas excelentes”. Hallar ejemplares realmente valiosos exigiría mucho esfuerzo.

Aunque las perlas finas siempre han sido muy costosas, es obvio que no es su valor monetario lo que constituyó el punto central de la parábola de Jesús. Él no solo asemejó el Reino de Dios a una perla de gran valor, sino que centró la atención en “un comerciante viajero que buscaba perlas excelentes” y en su reacción al encontrar una. A diferencia de un tendero común, el comerciante o tratante de perlas sería un especialista en la materia, alguien con un ojo experto y con la sensibilidad necesaria para percibir las cualidades estéticas y los matices que hacen extraordinaria una perla. Reconocería su autenticidad en cuanto la viera y no se dejaría engañar por mercancía falsa o de mala calidad.

En efecto, el gozo de descubrir y poseer aquel tesoro era suficiente para motivar al hombre a sacrificar todo lo que tenía. ¿Hay personas así hoy día? ¿Existe algún tesoro por el que merezca la pena hacer un sacrificio semejante?

Yo digo que si , hay personas semejantes a perlas de gran valor, por las que uno estaría dispuesto a hacer cualquier sacrificio.

8 comentarios:

María dijo...

Los romanos llamaban a las perlas "lágrimas de diosas" y los griegos, en contra de lo que se cree actualmente, les conferían el poder de evitar el llanto de las novias y auguraban felicidad a quien llevaba perlas.

Para mí, como creían los griegos, las perlas son pequeñas lunas que iluminan. Siempre llevo perlas, prácticamente todos mis pendientes son perlas porque, llevándolas, me creo acompañada e iluminada por la luna, son destellos de luz que te iluminan la cara y el espíritu.

Precioso tu escrito.

Besos

wppa. dijo...

Maneses , no me lo puedo creer , estaba pensando en publicar algo sobre el cultivo de las perlas tambien .... uhhhhhhh , me empiezo a asustar , seras de verdad mi gemelo perdido ajajaj.
Pero tu lo has hecho super genial como siempre . Aunque las perlas no son las joyas que mas me gusten ,pero reconozco su merito y su valor.
Besos
wppa.

Carmen dijo...

Dicen que las perlas nacen como protección contra el dolor de las ostras porque, al introducirseles un cuerpo extraño, segregan nácar para curarse.

Personalmente adoro las perlas, ninguna otra joya tiene su belleza.

Y coincido en tu exposición final, hay personas que, sencillamente, no tienen precio.

Un beso

Anónimo dijo...

Manases, de lo que no tengo ni idea es por qué hay perlas negras...
Un abrazo.
Madeira

Scarlet2807 dijo...

Guardaespaldas, adoro las perlas, y creo que si existen personas, que tienen tanto valos como ellas, solo se necesita tener suerte , para encontralas...
Si, me adhiero a la in quietud de Madeira (como tú todo lo sabes)
¿Por qué hay perlas negras?

Dos besos, Scarlet2807

LIA50 dijo...

Me encanta lo que escribiste de las perlas sobre todo su relación con las personas, vale la pena cuidar a aquellas personas que valgan tanto o más que una perla.Besos Lía.

donmyguel dijo...

Las perlas negras son producidas por una ostra negra, la pinctada margaritífera.

Soñador dijo...

Muy interesante tu relato parábola, me ha gustado mucho manases, un abrazo.

Callad, por Dios, ¡Oh buñuelo!.

(La foto es de otro día, los de hoy los haré esta tarde que no me ha dado tiempo) Callad, por Dios, ¡oh buñuelo! Que no podré resisti...